22 de Marzo. 11:30
P.M
Diego me llevó a
casa y justo cuando iba a poner la llave
dentro de la cerradura sorpresivamente me tomó de la cintura, di un pequeño
salto pero no me alejé, él no me dijo absolutamente nada y yo no sabía si lo correcto sería dejarme
llevar y darnos ese beso que pedíamos ambos a gritos durante toda la cena,
mientras pensaba en todos estos detalles, él se acercó mucho más a mí, sentí el
calor de su cuerpo sobre mi espalda, con una de sus manos hizo mi cabello a un
lado para descubrir el cuello, despacio y con delicadeza, de tal manera como si
estuviera cuidando de un diamante, solo para cambiarlo de sitio, sentí de
pronto sus labios recién húmedos sobre mi
cuello, un beso tras otro me hacían vibrar
el cuerpo entero, entonces mi
respiración ya no era la misma así que
sin pensarlo ya siquiera fui
despegando la llave de la cerradura, me voltee despacio para mirarlo de frente.
Cuando por fin nos volvimos a mirar,
acercó casi un 90% sus labios a los míos, me miro a los ojos como esperando que
yo completara con el 10%, sonreí y me
acerque, el beso comenzó suavemente pues nuestros labios aún estaban tibios, sin
embargo, nuestras manos ya comenzaban con el jugueteo entre ellas y entre
nuestros cuerpos, (debo confesar que hoy al bañarme me di cuenta que mi cuerpo
no puede olvidar sus manos perfectas tocando mis pechos, mi cintura, mi sexo,
mis piernas, sus besos en el cuello y mis labios), poco a poco sin darnos
cuenta los besos tibios ya no eran tan
tibios, hacía calor, él me daba calor. ¿Quién era testigo de aquel hermoso
encuentro?- me pregunte por un segundo y al final me respondí- Siendo testigos
de aquel encuentro solo la luna, la fachada de mi casa y el aire, aquellos que
no dirán nada pero me lo recordaran cuando menos lo pida.
Poco a poco el
calor fue disminuyendo, se escuchaba a lo lejos alguien por pasar sobre esa
calle a lo que Diego susurro mientras se alejaba poco a poco de mi: ¡control!
un poco más de control. Mujer, es mejor que entras a casa. Nos despedimos
nuevamente con un beso apresurado y una sonrisa en la que nos decíamos: ¡esto
no se quedara aquí!, algo así como: "ésta historia continuara..."
Al entrar a casa
pensé: qué bien me hace sentir Diego, no solo al besarme y tocarme sino al
estar conmigo y poder conversar y en cada platica conocerlo un poco más, debo
estar enamorándome me dije para mis adentros, que sé yo, sea lo que sea que me
hace sentir Diego no quiero que se acabe, pero la felicidad es efímera así que
aquí estoy, despierta, mirando hacia el techo de mi habitación, pensando en él,
en su compañía y esperando ansiosamente volver a verlo y continuar, solo
continuar la historia.